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'Blackberry, ícono de oculta esclavitud'
"Blackberry, ícono de oculta esclavitud"
Por: Libertad Regalado
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Jueves 14 Abril 2011 | 00:00

Con este título recibí un correo que llamó mi atención, en él, Norberto Lacarriere, nos habla del “origen” del nombre del aparato de más demanda en nuestros días –que en español significa “cereza negra”- indica que el blackberry lleva implícita la referencia que distinguía a los siervos de los amos: La bola de hierro oscurecido en forma de dicho fruto, encadenada al tobillo del esclavo, impedía su libertad; pero que hoy gente de todas razas y estatus viven atados “de pies a cabeza”a ese equipo de telefonía.

La otra versión de la historia señala que en  1998, RIM estaba listo para lanzar su nuevo producto tecnológico pero hacía falta un nombre, así que contrataron expertos exitosos en la industria, uno de los expertos pensó que las teclas del smartphone parecían semillas y se propusieron varios nombres de frutas, al final escogieron “blackberry”.(Fuente: Infobaeprofesional.com).
Cuál de ellas es la verdadera, de seguro que la última; aunque la primera nos hace reflexionar sobre la dependencia que acarrea el uso de este pequeño aparato; que a la postre es una nueva forma de esclavitud (control), sino miren a su alrededor y podrán observar cómo sus amigos se pasan con los dedos y la mirada perdida en este pequeño navegador, que los man-tiene entontecidos o “conectados”, como ellos dicen, a su trabajo (jefe o empleados), proveedores, clientes, estudiantes, familia, amigos, etc.
No importa el puesto que ocupes, la oficina está  incrustada en  la palma de la mano y la llevas contigo al almuerzo, cena, cama, baño, carro, aula, salón, reuniones, calle. La hora de compartir con la familia o amigos es un mito, no existe, todos están con la “cereza negra” en la mano, enviando o recibiendo “e-mails”. Prácticamente los que no contamos con esta tecnología estamos perdidos, no existimos y si queremos que nos hagan caso debemos mandar, con nuestros obsoletos celulares, un mensaje indicando que estamos allí frente a ellos. Me contaban amigas que cuando llegan de visita sus hijos, lo único que alcanzan a decir es “hola mamá”, “chao mamá”; el resto del tiempo su atención está entre sus manos pero a kilómetros de ahí.
Ahora entiendo por qué me he negado a adquirirlo, será que detesto todo aquello que implique una atadura o control. Andar con el celular ya es un fastidio, vivimos acelerados, pendientes de cada timbre o sonido que emiten los dichosos aparatos, no me imagino con grilletes en los tobillos, debe haber sido lo más horrible; tampoco quiero cerezas negras en mis manos.<

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