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De no entender…
De no entender…
Por: Melvyn Herrera
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Lunes 11 Junio 2012 | 00:00

Ciertamente son de no entender algunas cosas que suceden en este mundo; tratemos algo futbolístico: Hace unos días en Madrid, se jugó la final de la Copa del Rey entre el Barcelona de esa ciudad catalana y el Athletic de Bilbao, del llamado país Vasco; recordemos que estas dos regiones españolas se distinguen por su fobia al sistema y monarquía vigentes y propugnan su separatismo de España; de ahí la existencia del ETA, un verdadero ejército clandestino y terrorista al servicio de extremistas vascos; sin llegar a lo anterior los barceloneses no se quedan atrás, demostrándolo entre otras actitudes con el generalizado uso de otro idioma, el catalán, en lugar del español.

Con estos antecedentes otra vez sucedió que las barras de los dos equipos en un mismísimo estadio madrileño, previo al match, silbaron al Príncipe quien acudió representando a su padre, el Rey, y la pifiada aumentó mientras se ejecutaba el himno de España; luego, los 2 equipos futbolísticamente disputaron el partido que lo ganó el Barça por 3 a 0. Lo que no se entiende es que, si tan acérrimos independistas y contradictorios a ese monárquico sistema son en estas 2 regiones ¿por qué asisten su público, barras y equipos a bregar tanto, tras el logro de un trofeo que precisamente es la Copa del Rey? ¡Es de no entender!
Por acá, por estas tierras cada vez más se arraigada nuestra “hora ecuatoriana” que tantos perjuicios ocasiona a la nación entera; faltaría espacio para mencionar todo lo que incide en esto, en lo que atribuiría responsabilidades a los mismos organizadores de cada acto, desde los familiares y privados, hasta los públicos y solemnes; diría que nadie se libra de la impuntualidad de todos; al extremo que hasta quienes nos consideramos puntuales cumplidores de la hora convocada, para no perder tiempo esperando impacientemente nos acomodamos a “la hora ecuatoriana” o en ocasiones preferimos no asistir o retirarnos de invitaciones que nos desesperan esperando el atrasado inicio del acto.
Aparte de lo trivial que sería considerar el tiempo perdido por un solo individuo, hay muchas otras connotaciones que deberían impulsarnos a todos a corregir este azote nacional que sólo ha merecido esporádicas campañas de corrección y aprovechamiento del irrecuperable tiempo, por lo que, propongo, hagámoslo cifras y valores monetarios, a la vez que indago ¿alguien habrá calculado lo que económicamente este país pierde por la práctica generalizada de la impuntualidad, por la que ya somos famosos internacionalmente? Imaginémonos algo de su elevado monto y pensemos ¿por qué no pactamos socialmente para irlo rebajando? Es cosa de no entender nuestra falta de decisión, ¿verdad?
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